lunes, 9 de julio de 2012


Cómo explicarte que mi mirada enojada y el gesto desaprobatorio que la comisura de mis labios arrastra, es sòlo consecuencia de la tristeza que me causa el tener que llegar a casa y que la almohada este vacìa de tu aroma. 
Que no concibo el hecho de que mis labios se enfrien, que me parte como un rayo el no sentir tu abrazo por las noches, en cada hora, cada minuto, tierna pesadilla la de dormir lejos de tu indiferencia.
Si tan sòlo lo asumieras... Si dejaramos esta caprichosa idea de jugar a tenernos sin amarnos. Si te atrevieras por fin a fluir, a entregarte, a entregarme, a llenarnos la boca de sentimientos, el corazòn de besos. Si tan sòlo derrocaramos el miedo, y sintieramos por primera vez, el alma calentita, la sonrisa llena de susurros, de te quieros, de tès dulces a la medianoche (Frutilla, frambuesa..), Sahumerios de vainilla y sandalo, luces oscuras, y melodìas arrulladoras...de caricias sin final. 
Si supiera por fin con seguridad que me alejo a la mañana para reencontrarte en la almohada fría del atardecer...


Te (Quiero) En (La) (Eternidad).


Y te escucho asì:


Ballade No.1 In G Minor, Op.23 por Martha Argerich